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Aún estaba hablando Pedro, cuando quedaron envueltos en una nube luminosa de donde procedía una voz que decía:

— Este es mi Hijo amado, en quien me complazco. Escúchenlo.

Al oír esto, los discípulos se postraron rostro en tierra, sobrecogidos de miedo. Pero Jesús, acercándose a ellos, los tocó y les dijo:

— Levántense, no tengan miedo.

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